La Alacena de la Abuela

Dentro de los proyectos de recuperación del patrimonio, que desde A.C.L.A. queremos impulsar, podemos incluir no solo los arquitectónicos si no también los etnológico, usos y costumbres, que con el paso del tiempo se van olvidando y que formaron parte de una economía de subsistencia ligada al entorno rural, recuperemos esos olores y sabores que la vida en el campo nos brindaba y que ahora con la búsqueda de una alimentación más natural ocupen el lugar que les corresponde en La Alacena de la Abuela.

Mi madre me contaba, que el otoño era una época de trabajo, de recolección, pero además era la estación en la que las mujeres preparaban las conservas y confituras, la cocina se convertía en centro de operaciones:
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Se sacaban las cacerolas de las confituras, los frascos se seleccionaban, la despensa se arreglaba para recibir la cosecha del año.
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La alacena se llenaba de frascos de todos los tamaños y formas.
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El invierno se afrontaba con una amplia gama de colores y texturas para saborear.
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Uno de los estantes de la Alacena seguramente tendría frascos de mermelada de higo, muy abundantes en nuestra población y hoy día poco valorados.
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En la antigua Grecia éste fruto era uno de los alimentos sagrados asociados con la fertilidad y el amor físico. En Europa se los considera afrodisíacos por su forma y color.
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Por todo ello (y porque me pasé dos semanas secando higos en un cañizo) os voy a dar una receta que si acompañáis con un queso curado de oveja es pura "delicatessen".
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